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Por: Sanjuana Martínez - junio 11 de 2012 - 0:02
México es un país en constante evolución. El Estado que tenemos o padecemos cubre a medias las necesidades de los ciudadanos. Y por tanto sus instituciones son imperfectas, algunas francamente inoperantes o rigurosamente inútiles.
Necesitaría una veintena de páginas para ir enumerando cada institución o elefante blanco oneroso e inservible. Prefiero centrarme en la institución que tienen que ver con nuestra frágil democracia, producto precisamente de la ineficiencia del Estado.
Decir que el IFE es una institución perfecta es mentir. De hecho, todos desearíamos que lo fuera, pero en este momento nos conformaríamos con que llegara a ser medianamente confiable. Hoy en día no lo es. Tampoco es un ejemplo de austeridad o rigor; mucho menos de moralidad.
Decir que el IFE es patrimonio de los mexicanos es alejarse de la realidad. Se ha construido alrededor de una elite de hombres (sólo hay 3 mujeres, frente a 21 varones) que gozan de privilegios inaceptables muy alejados de la representación popular. Entre sus consejeros electorales –una casta de notables con palancas o amigos poderosos– no hay un sólo indígena, tampoco un campesino, ni siquiera un obrero. Sus señorías diputados no son parejos a la hora de elegir o proponer; y se equivocan. Cada grupo político defiende sus intereses y objetivos con base en cuotas, con base en acuerdos con sus Consejeros del Poder Legislativo. No tenemos un IFE ciudadanizado en su órgano rector, ni representativo del tejido social. Tampoco es un IFE que exhiba equidad de género.
Decir que el IFE es fiable es faltar a la verdad. No lo fue en la elección de 2006 ni tampoco lo está siendo en esta. ¿Por qué? Sencillamente porque no cumple sus principios rectores: certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad. Los controles impuestos como la presencia de cada uno de los partidos y sus representantes, la asistencia de observadores y los medios como testigos, no son suficientes elementos para eliminar la sombra del fraude electoral.
Decir que el IFE tiene legitimidad para ser un arbitro imparcial e independiente, es no tener memoria. El nexo con el poder exhibido por el anterior Consejero Presidente, Luis Carlos Ugalde, es digno de recordar. En su libro Así lo viví el entonces “árbitro imparcial e independiente”, reconoce dos años después de su salida del IFE, que Vicente Fox (ahora apoyando al priísta Enrique Peña Nieto para evitar que llegue AMLO) “lo presionó” para que revelara anticipadamente tendencias a favor de Felipe Calderón, quien dice, no habría llegado a la presidencia si no hubiera sido por la intervención de Vicente Fox, las campañas sucias de propaganda y la inequidad en los espacios electorales en televisión.
Decir que el IFE cumple con su función de objetividad en el conteo de los votos es una falacia. No lo hizo en el 2006 cuando se le pidió que contara voto por voto. El TEPJF, otro “árbitro imparcial e independiente” se negó a cumplir con la importante demanda de una parte de la sociedad para dar certeza a una elección viciada de manera cibernética por Hildebrando. El IFE perdió así su oportunidad de otorgar legitimidad al señor que finalmente se sentó en la Silla del Águila.
Decir que el IFE es objetivo, es ilusorio. No lo fue en el 2006 al permitir la ilegal guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador. La permitió subjetivamente a beneficio del Partido Acción Nacional. Tampoco parece que el IFE sea ahora muy objetivo. Su presidente Leonardo Valdés Zurita ha argumentado, como lo hiciera su antecesor en su momento, que no ha visto los nuevos spots donde se manipulan audios y grabaciones para denostar nuevamente al candidato de la izquierda. ¿Ciego? No, es que el IFE decide hoy, igual que ayer, beneficiar al candidato de Estado, en este caso a la panista Josefina Vázquez Mota, al permitir la emisión de dichos anuncios electorales.
Decir que el IFE cumple cabalmente con la legalidad es exagerado. No hizo nada antes ni ahora ante el dispendio de recursos públicos del gobierno de Calderón a favor de la candidata de su partido. Tampoco ha intervenido para detener los actos proselitistas del Ejecutivo en eventos gubernamentales, ni sus declaraciones en torno a los nexos del PRI y el narcotráfico, algo que incluso ha llegado con la detención de un ex gobernador Tomas Yarrington, un hombre cuestionado desde hace décadas por los mismos presuntos delitos que, “casualmente”, es detenido ahora, en medio de la efervescencia electoral.
Decir que el IFE es nuestra “seña de igualdad” sólo porque es la institución que nos credencializa y nos proporciona identidad, es francamente tramposo. Nunca me sentiré representada por una institución que permitió que Felipe Calderón entrara por la puerta trasera de Palacio Nacional, que entrara como un fugitivo, un ladrón, rodeado por un Ejército que dio un golpe de Estado durante unas horas para que el señor tomara posesión, con su constancia entregada por un “árbitro independiente e imparcial”.
¿Qué garantías tenemos como ciudadanos de que el actual IFE será diferente al IFE que permitió la existencia de la sombra del fraude electoral? Ninguna. No hay voluntad de sus integrantes para cambiar esa situación, por tanto es lógico que surjan las dudas.
Quien afirme de manera irresponsable que no existe posibilidad de un nuevo fraude electoral es un embaucador. Nadie en su sano juicio puede asegurar que no habrá irregularidades emanadas precisamente de los defectos y desaciertos de un IFE cuestionado por sus errores intencionales y por su cuestionado pasado.
De tal modo que tener dudas sobre los resultados de las próximas elecciones es legitimo, les guste o no a los defensores acérrimos del gobierno, de las instituciones; y del débil, manipulado e imperfecto Estado que padecemos. Pareciera que vivimos en una democracia madura, perfecta; en un país idílico donde hay solo certezas. No es así. Entonces, ¿por qué se indignan y ofenden cuando escuchan la palabra fraude? No es un anatema, es una posibilidad.
Sí, sí, sí señoras y señores, nuevamente puede haber fraude electoral. Por tanto, defendamos entre todas y todos nuestro voto, para que esta vez, se respete la voluntad popular y el próximo Presidente de México no entre por la puerta de atrás.
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